Cuatro "Grandes Jorasses"
Hace ya algún tiempo, en
una ciudad de leyenda, habitaban cuatro grandes aventureros. Aunque
no tenían nombre de guerreros Juan, Manolo, Ximo y Hugo eran capaces
de realizar grandes proezas. Me gustaría narrar una de la que fuí
testigo.
Estos titanes pasaban
desapercibidos en su día a día mezclados entre la gente corriente y
desempeñando ocupaciones de lo más prosaicas. Las semanas
transcurrían para Juan rodeado de uniformes y computadoras. Manolo y
Ximo aunque con otro concepto del viento, dedicaban su tiempo a
pentagramas, notas y escalas musicales; y Hugo, por su parte, vivía
entre cuadernos, pizarras digitales, abecedarios y tablas de
multiplicar en su escuela.
Pero cuando llegaba el
fin de semana, todo cambiaba, sábado tras sábado o domingo tras
domingo sus mochilas se llenaban de geles de glucosa, su
vocabulario se transformaba, y trazaban sus planes de superhéroes
hablando de trail, maratones y medias, zapatillas especiales para
pronadores, fascitis entre un montón de palabras extrañas de las
que nunca habrías oído hablar.
Y así, entre asfalto y
montaña, uno de esos fines de semana se conocieron y se hicieron
amigos. En esos días, Ximo contaba una de sus “numerosas
hazañas”, mientras ellos, escuchaban embelesados. Narraba con
pelos y señales las sensaciones que experimentó el verano pasado
cuando llegó desde Courmayeur hasta Chamonix después de correr
durante 20 horas y 100km atravesando fronteras y sus respectivos
valles y cimas nevadas.
Y así empezó todo.
Desde ese momento esos
lugares empezaron a formar parte de sus vidas. Un día hicieron los
trámites oportunos y más tarde llegaría el sorteo, el grupo para
WhatsApp, o la adquisición de sus supercorazas en Dúrcal, Buscaron
su castillo en Chamonix y fueron llegando los entrenamientos por la
Alpujarra, los Guájares y otros lugares de las sierras Granadinas.
Así de pronto llegó la
conquista de Peñalara y con ella, las veladas en la residencia, el
simpático tabernero , los deliciosos manjares que allí servían, el
madrugón, para los que pudieron dormir, y por fin la salida a las
6:00 de la mañana de Navacerrada.
Aquella prueba de fuego
resultó sencilla para nuestros heroicos protagonistas que devoraron
el duro trazado de la carrera llegando a la Granja tras 80
kilómetros, al mismo tiempo otros deportistas menos aguerridos e
intrépidos, reunían a media España frente al televisor. Aquel
magnífico ambiente anunciaba el bonito final de esta historia. Pero
no nos adelantemos porque cada cosa tiene su momento y esta pertenece
al epílogo de esta entrada.
El día no llegaba pero
Chamonix estaba presente en sus vidas y entrenamientos. Tras la
primavera llegó la tan esperada estación estival, con sus días más
largos, los planes para las vacaciones y el merecido descanso.
Y por fin el deseado
encuentro.
Ximo, Manolo y Juan
llegaron a esa localidad ubicada en el valle del Ródano, por aire,
mientras recibían las últimas instrucciones de Ana, “la nueva
entrenadora”.
Hugo llegó el primero,
por carretera, en una furgoneta, atravesando el famoso túnel del
Mont-Blanc previo pago de 40 €. Nervioso por el bullicioso ambiente
de corredores y después de muchos días de relax, se colocó sus
Riot y decidió salir a recorrer las afueras de Chamonix mientras
llegaba el resto del equipo.
Eso sucedió al caer la
noche, cuando aparecieron con sus maletas cargadas de material
deportivo, arándanos, y 40 blister entre salchichón, chorizo y
pasta precocinada del Carrefour (es muy aconsejable consumir
hidratos los días previos a la carrera, se justificaba Manolo).
Los días siguientes
pasaron despacio, hubo tiempo para todo, la lectura, visitas a
tiendas de material deportivo, feria del corredor, la convivencia en
el bonito apartamento, algo de cine en casa, alguna que otra siesta,
las meriendas con Nutella, el almuerzo y la cena a base de pasta
de Manolo…
Y sobre todo la mirada
puesta en el cielo desde el techo abuhardillado del confortable
salón. Sin duda, el tiempo va cambiando, Ximo y las predicciones en
internet no se equivocan, se acerca un intenso frente, con lluvia,
bajada considerable de las temperaturas y como consecuencia, la
temida nieve. Todo eso contribuye a que las dudas, los miedos y las
inseguridades se palpen en el ambiente.
En algún momento, da
igual que sea de día o de noche, se abre una de las puertas que dan
paso a las habitaciones y alguien, (que podría ser la hormiga
reina), pregunta: Oye, ¿qué os parecen estos pantalones
impermeables?, de repente, (como si de las hormigas obreras se
tratara), empiezan a escucharse ruido de cremalleras, las maletas y
mochilas se abren otra vez para comparar todo el material que la
organización de la carrera exige como de uso obligatorio. Yo traigo
este, ¿cómo lo veis?
Mientras Hugo, (la
cigarra), contempla sin inmutarse todos los videos y las noticias
sobre la carrera que se van sucediendo, en la pantalla de su
ordenador.
La noche anterior a la carrera cenan pasta y con toda la mochila preparada (ver video en hanadventures.blogspot.com/En caché), como los niños el primer día de “cole”, se van a la cama.
Ellos no se dan cuenta
pero unos ojos, los míos, siguen de cerca cada uno de sus
movimientos.
Y así llegamos al día
de la gran gesta.
Esa mañana sonó el
despertador y tras un rápido desayuno, cada uno buscó la motivación
necesaria para afrontar la larga y deseada travesía. “Es
un duro camino el que conduce a las alturas de la grandeza”
decía el amigo Séneca.
La carrera transcurre
algo masificada. Concienciados y aclimatados para la lluvia, el
barro, la nieve y el frío, atravesarán tres países diferentes:
Italia, Suiza y Francia.
Los avituallamientos en
Bertone, Bonatti, La Fouly o Champex Lac estuvieron atestados de
gente desconocida y conocida que los animaba y que sufría con ellos.
Mientras encadenaban cimas y descensos, con mucha o poca luz (¡ojo!:
no compréis pilas de Ikea para los frontales). Con mucho control
mental para dosificar la energía iban devorando kilómetros y
acercándose más y más a la meta.
Sin embargo las muchas
horas y las duras condiciones meteorológicas comenzaban a hacer
mella en nuestros protagonistas y provocaban el abandono de numerosos
corredores. Otros, los más arriesgados, se desplazaban como “ánimas
benditas”, arrastrando los pies por los senderos escasamente
iluminados por la luz de los frontales. En ese momento, cuando estaba
cerca de ellos recuerdo una frase que leí en algún lugar “a
veces correr duele, pero que hermoso dolor”.
Pero Juan, Ximo, Manolo y
Hugo compartían la misma motivación y compromiso; y así, en
solitario Hugo y Manolo y, juntos, Juan y Ximo, fueron llegando de
madrugada a Chamonix en el corazón mismo de los Alpes.
A diferencia de la
mayoría de relatos épicos, esta historia acabó con un bonito
final. Todos sobrevivieron a la montaña y a los elementos
cumpliendo por fin su tan deseado sueño. Se consagraron como héroes
anónimos del ultrafondo e hicieron la promesa de seguir corriendo
aventuras juntos durante muchos, muchos años.
Entre sus planes, me han
contado, que está la visita a la Isla Bonita para correr entre
volcanes o viajar a La Martinica…
Y yo prometo contaros sus
nuevas experiencias.
¡Enhorabuena!,
de corazón, a nuestros cuatro “GRANDES
JORASSES”.
Ha sido una experiencia
inolvidable y un placer poder acompañaros en esta vuestra aventura.
Despedida y
agradecimientos:
Gracias a Ana por su
compañía, disponibilidad y por su dominio del “Francés”, que
en muchos momentos nos sacó de apuros (¿qué les enfants?).
A Juan por su paciencia,
su saber estar y su compañerismo.
A Ximo por ser tan
agradecido y hospitalario y por esa “paella valenciana”.
A Manolo, por ser siempre
tan correcto, por preparar con todo lujo de detalle la mesa, y por
sus raciones de pasta.
Y a Hugo, por todo lo que
hemos compartido y por miles de cosas más.
Mención especial merecen
Ruth, que desde Granada ha apoyado a toda la expedición y Miguel
que no ha dejado ni un minuto de estar presente.
Fdo: Mª Carmen
Morales.
enhorabuena a esto 4 héroes por su hazaña y fortaleza y a ti por esta narración tan bonita .gracias. pero que grandes personas
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